miércoles, 20 de agosto de 2008

19 días y 500 noches

La inspiración pudo venir de las rumbas del maravilloso Bambino pero, aparte de Gato Pérez, nunca se han hecho rumbas tan verbosas, tan llenas de información y guiños, tan insidiosamente seductoras. Sabina cuenta que Fito Paez escuchó la maqueta del tema en su casa, "y enseguida vio la incongruencia: que parece que desprecio a la 'gente sin alma / que pierde la calma / por la cocaína'. Debí contarles que nació como canción de encargo y que tenía que situarme fuera. Cuando compones así te expresas con la mayor desfachatez, te encarnas en otro. Pero me atrapó y me la guardé, casi como homenaje a Bambino. El pobre murió cuando estábamos grabándola, no llegó a oírla. No ha quedado perfecta, me fallaron las gitanillas, pero veo que conmueve incluso a gente poco rumbera. ¿Sabes que fue prohibida en México? No por la mención de la coca, sino por lo del Santo Sacramento. En un país que no tuvo relaciones con el Vaticano hasta anteayer...".

Sabina llegó a publicar en single una versión más flamenquita, a dúo con la cantaora Chonchi Heredia, muy buscada por los coleccionistas. Alejo recuerda: "Desde el momento en que la empezó a construir en su casa, a cantarla en las reuniones nocturnas, era un hit entre su círculo. Yo no daba crédito a ese estribillo interminable: siempre pienso en la conexión con el público y la radio, pero pensaba que era tan largo que nadie se iba a acordar de ese estribillo. Y finalmente tituló el álbum y fue el single de éxito. Tiene mucho mérito hacer un hit con un estribillo que dura un minuto. Pero la claro, las frases son brutales. A mi me quedó grabada la de 'negaría el Santo Sacramento / en el mismo momento / que ella me lo mande".

Videoclip original:

Recital en la gira de "Nos sobran los motivos":

Dos pájaros de un tiro, Joaquin rompe el hielo en el escenario, luego de que Serrat interpreta su clásico Fa vint anys que tinc vint anys.

A dúo con Estopa:

Letra:

Lo nuestro duró
lo que duran dos peces de hielo en un güisqui on the rocks,
en vez de fingir,
o, estrellarme una copa de celos,
le dio por reír.

De pronto me vi,
como un perro de nadie,
ladrando, a las puertas del cielo.
Me dejó un neceser con agravios,
la miel en los labios y escarcha en el pelo.

Tenían razón
mis amantes en eso de que, antes,
el malo era yo,
con una excepción:
esta vez,
yo quería quererla querer y ella no.

Así que se fue,
me dejó el corazón en los huesos y yo de rodillas.
Desde el taxi, y,
haciendo un exceso, me tiró dos besos…
uno por mejilla.

Y regresé
a la maldición del cajón sin su ropa,
a la perdición de los bares de copas,
a las cenicientas de saldo y esquina,
y, por esas ventas del fino Laina,
pagando las cuentas de gente sin alma
que pierde la calma con la cocaína,
volviéndome loco,
derrochando la bolsa y la vida la fuí,
poco a poco,
dando por perdida.

Y eso que yo,
para no agobiar con flores a María,
para no asediarla con mi antología
de sábanas frías y alcobas vacías,
para no comprarla con bisutería,
ni ser el fantoche que va, en romería,
con la cofradía del Santo Reproche,
tanto la quería,
que tardé en aprender a olvidarla,
diecinueve días y quinientas noches.

Dijo hola y adiós, y,
el portazo, sonó como un signo de interrogación,
sospecho que, así,
se vengaba, a través del olvido,
Cupido de mi.

No pido perdón,
¿para qué? si me va a perdonar
porque ya no le importa,
siempre tuvo la frente muy alta,
la lengua muy larga y la falda muy corta.

Me abandonó,
como se abandonan los zapatos viejos,
destrozó el cristal de mis gafas de lejos,
sacó del espejo su vivo retrato,
y, fui, tan torero,
por los callejones del juego y el vino,
que, ayer, el portero,
me echó del casino de Torrelodones.

Qué pena tan grande,
negaría el Santo Sacramento,
en el mismo momento
que ella me lo mande.

Y eso que yo,
para no agobiar con flores a María,
para no asediarla con mi antología
de sábanas frías y alcobas vacías,
para no comprarla con bisutería,
ni ser el fantoche que va, en romería,
con la cofradía del Santo Reproche,
tanto la quería,
que, tardé, en aprender a olvidarla,
diecinueve días y quinientas noches.

Y regresé…

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