martes, 26 de agosto de 2008

Que se llama Soledad

Glorioso autorretrato del Sabina noctívago de los ochenta, eternamente a la caza de la compañía femenina. Tiene un tratamiento entre la languidez jazzística y el ésta-es-la-última-canción-que-vamos-a-tocar.

Pancho Varona no figura ensu composición pero es un fan. "Ya desde el título sabes que va a ser algo bonito. Joaquín, no resiste la oportunidad de hacer un chiste, la presentaba en directo diciendo: 'Vamos a hacer una canción que se llama Que se llama Soledad'. Creo que está dedicada a la hermana de Isabel Oliart. Joaquín tenía que deslumbrar no sólo a su novia, sino también a sus hermanas (risas). Isabel canta fatal, pero Joaquín hasta la dejó cantar en Cuernos. Es un encanto y muy lista, ha seguido llevándole muchos asuntos profesionales. Y es la madre de sus hijas. Joaquín habrá tenido novias, pero Isabel está en otro nivel. Creo que también estaba fascinado por el hecho de que fuera hija del ex ministro [entre otros cargos, Alberto Oliart fue ministro de Defensa en los duros tiempos de transición]".

Joaquín reconoce que le atraía la familia Oliart, "tan liberales incluso con un tipo como yo. Y Alberto tiene también una historia de participación en editoriales y otras aventuras culturales".

Dos pájaros de un tiro (con Joan Manuel Serrat):





Versión de la placa "Nos sobran los motivos":



Interpretada por Rosario, para la placa "Entre todas las mujeres".

Letra:

Algunas veces vuelo
y otras veces
me arrastro demasiado a ras del suelo,
algunas madrugadas me desvelo
y ando como un gato en celo
patrullando la ciudad
en busca de una gatita,
a esa hora maldita
en que los bares a punto están de cerrar,
cuando el alma necesita
un cuerpo que acariciar.

Algunas veces vivo
y otras veces
la vida se me va con lo que escribo;
algunas veces busco un adjetivo
inspirado y posesivo
que te arañe el corazón;
luego arrojo mi mensaje,
se lo lleva de equipaje
una botella…, al mar de tu incomprensión.

No quiero hacerte chantaje,
sólo quiero regalarte una canción.
Y algunas veces suelo recostar
mi cabeza en el hombro de la luna
y le hablo de esa amante inoportuna
que se llama soledad.

Algunas veces gano
y otras veces
pongo un circo y me crecen los enanos;
algunas veces doy con un gusano
en la fruta del manzano
prohibido del padre Adán;
o duermo y dejo la puerta
de mi habitación abierta
por si acaso se te ocurre regresar;
más raro fue aquel verano
que no paró de nevar.

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