martes, 19 de agosto de 2008

Calle Melancolía

La gran clásica de Joaquín. Una reciente encuesta realizada por la revista Efe Eme, entre periodístas, músicos y escritores, determinaba que era su tema favorito de todoel repertorio sabiniano. El cantante todavía no ha iniciado su affaire con la gran ciudad, pero tocó una fibra colectiva al yuxtaponer el agobio de la vida urbana con la angustia de la soledad amorosa.

José Luis de Carlos está justamente orgulloso de su producción, aparentemente simple pero abundante en finos detalles. "Si", confirma el guitarrista José Antonio Romero, "lo que suena allí es mi sitar. El solo solo es mío y no lo he podido superar: lo sigo tocando incluso ahora, cuando trabajo con Joaquín".

Placa "Joaquin Sabina y Viceversa".

Placa "Malas compañías".

Como quien viaja al lomo de una yegua sombría,
por la ciudad camino, no preguntéis adónde.
Busco acaso un encuentro que me ilumine el día,
y no hallo más que puertas que niegan lo que esconden.

Las chimeneas vierten su vómito de humo
a un cielo cada vez más lejano y más alto.
Por las paredes ocres se desparrama el zumo
de una fruta de sangre crecida en el asfalto.

Ya el campo estará verde, debe ser Primavera,
cruza por mi mirada un tren interminable,
el barrio donde habito no es ninguna pradera,
desolado paisaje de antenas y de cables.

Vivo en el número siete, calle Melancolía.
Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría.
Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía
y en la escalera me siento a silbar mi melodía.

Como quien viaja a bordo de un barco enloquecido,
que viene de la noche y va a ninguna parte,
así mis pies descienden la cuesta del olvido,
fatigados de tanto andar sin encontrarte.

Luego, de vuelta a casa, enciendo un cigarrillo,
ordeno mis papeles, resuelvo un crucigrama;
me enfado con las sombras que pueblan los pasillos
y me abrazo a la ausencia que dejas en mi cama.

Trepo por tu recuerdo como una enredadera
que no encuentra ventanas donde agarrarse,
soy esa absurda epidemia que sufren las aceras,
si quieres encontrarme, ya sabes dónde estoy.

Vivo en el número siete, calle Melancolía.
Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría.
Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía
y en la escalera me siento a silbar mi melodía.

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